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Michael Sowa, Invitation (s.XXI) |
Querida:
Víctor es heterosexual, aunque sólo mide 157 cm; su mujer Davinia, que es sueca, es bisexual y su perro Hugo Boss manflorito. A Víctor nunca le llamo por su nombre, siempre he preferido utilizar su ortóptero y poco inteligente apodo: Cri-cri. A Davinia la llamo Vulnavia, porque me recuerda a ese personaje que interpretó de una manera tan lánguida como admirable la guapísima Virginia North, y a su perro Hugo Boss, bueno, a él simplemente le grito onomatopeyas sin sentido provenientes de Venus o Urano. A menudo convive con ellos el hermano de Alfredo cuyo nombre es Rómulo, aunque yo lo llamo Remo, y que según sus propias palabras es trisexual. Víctor me llama Crazy, Davinia me llama Teodorico, Hugo Boss, Guauuuu y Alfredo, que es un poco más original que el resto, se dirige a mí como "El último nihilista vivo". Cuando va a visitarlos la madre de Davinia, algo que sucede en contadas ocasiones, Hugo Boss se esconde debajo del felpudo aunque siempre se le ve el rabo en continuo movimiento. Se llama Kerstin (la suegra de Víctor, no el rabo de Hugo Boss) y está muy bien conservada para su edad. Su yerno la llama Karin, pero ese nombre le molesta a Davinia que prefiere dirigirse a su progenitora como Heil Kerstin, seguramente por la forma tan dictatorial con la que la educó en su infancia. Por su parte, Karin llama a su hija Missy y a Víctor, Pulgarsito, con "s", porque nunca se le ha dado bien pronunciar la "c". Cuando coinciden Rómulo y Kerstin, la diversión está asegurada. Kerstin está convencida de que es anorgásmica y Rómulo la llama Analicia, creyendo que la anorgásmia es el orgasmo resultante del sexo anal. Cuando Davinia le explica una y otra vez que simplemente es la inhibición o falta de orgasmos, este se toca los genitales y suelta barrabasadas pornográficas en catalán. En esos momentos, y ocultando sus ganas de asesinarlo, Kerstin lo llama con desprecio y sorna "Immanuel Kant".
Un día Davinia me invitó a comer. Mientras yo me decidía, me apuntó que también asistirían Rómulo y Kerstin, y además la hermana de esta y su perrita. Todavía no sé porqué, pero accedí. Llegué media hora antes de lo que tenía previsto, seguramente por culpa del taxista, y nada más entrar me presentaron a Ingrid y Frufrú. Ingrid, que era la hermana de Kerstin, era infrahumana y espectacular, lo mismo que su tacatac. Se vestía como si fuera una quinceañera, con mallas de lycra y tacones de 10 cm. Era un espectáculo verla andar, pero también escucharla, porque su castellano brutalmente mestizado con el sueco era imposible de entender, ni siquiera para su hermana o sobrina. Frufrú era una chucha con aspecto de ladilla antropomorfa, pues adoraba caminar erguida. Su color era similar al de un meteorito cuando se desintegra al entrar en contacto con la atmósfera y sus ladridos dignos de un osobuco poco hecho. Cuando nos sentamos a la mesa, Ingrid dijo algo que nadie comprendió y Alfredo soltó un eructo. Mientras intentaba cortar el filete sentí un par de mordiscos en ambos pies; eran Hugo Boss y Frufrú que competían para ver quién poseía la mordida más salvaje; el vencedor fue Hugo Boss, al que casi estrangulo en un descuido. Mientras nos servíamos el postre, Kerstin dijo que a su hermana sus amigos la llamaban "Ansjovis med läcker urin", que en sueco quiere decir "Anchoa con pérdidas de orina", aunque cuando era joven y bonita su amante Albrekt, descendiente directo de vikingos, se dirigía a ella con el apelativo cariñoso de "Liten mask", "Lombricita" en castellano. Nada más escuchar lo de lombricita, Rómulo decidió que de ahora en adelante se dirigiría a ella como "Lombricita motorizada". Supongo que por el tacatac, no sé... en esa familia todo es posible.
Después de retirar los platos y vasos de la mesa, nos sentamos en el sofá chaise longue de cuero y Alfredo nos sirvió champagne en vasos de papel. Mientras observaba la cara de pimiento de piquillo que ponía Davinia, mirando con ojos inyectados en sangre a su marido, noté como si hubiera metido los pies en una alcantarilla; los sentía húmedos, mojados y calientes. Hugo Boss y Frufrú competían nuevamente, esta vez para ver quién orinaba más litros sin deshidratarse, y ambos, de mutuo acuerdo, habían decidido experimentarlo sobre mis tobillos. Esta vez la campeona fue Frufrú que después de su hazaña se creyó superior y le dio un buen bocado a Hugo Boss en la trufa, que corrió despavorido y se ocultó debajo del felpudo, su lugar favorito para no existir.
No voy a contarte cómo acabó la tertulia que siguió al champán; ni siquiera voy a enumerar los insultos, improperios y ladridos que se dedicaron los unos a los otros. Cuando me despedía de semejante núcleo familiar, Hugo Boss y Frifrí incluidos, y agradeciendo la bonita velada y mientras que con la mano sujetaba con fuerza el pomo de la puerta, pude escuchar una voz quejumbrosa, que me pareció la de "Ansjovis med läcker urin" que decía algo así: "yo mei lo follarría enciman del tatacac".
Un beso y un saldo (o un saludo)